El compositor José María Sánchez-Verdú (Algeciras, 1968) lo sabía desde el principio. El viaje a Simorgh era una propuesta arriesgada, impregnada de primeras veces, como el empleo de electrónica o el canto en árabe. Sin embargo, se muestra tajante: “La música debe inquietar, renovar. Sin riesgo y aventura sería un aburrimiento tremendo” , asegura. Y eso es lo que ha hecho en su cuarta ópera. La representación de El viaje a Simorgh en el Teatro Real de Madrid, donde se repetirá en varias funciones hasta el día 17 de mayo, ha generado opiniones muy diversas, reacciones que han consistido en el aplauso o el abucheo. Sin término medio.
Tras el estreno absoluto, Sánchez-Verdú se muestra muy satisfecho ante esa reacción, que califica de “logro total”. “Lo contrario habría sido un fracaso”, reconoce mientras toma un descafeinado en uno de los múltiples cafés que rodean el Teatro Real, una zona que él conoce bien de su época de estudiante en el Conservatorio madrileño. “No dejó a nadie indiferente. Parecía que estaba en una final de fútbol o de rugby, con un 80 por ciento del público gritando bravo y un 20 por ciento de abonados tradicionales gritando ‘fuera”, describe el autor de la música y libreto de El viaje a Simorgh. Es más, esta repercusión le ha hecho pensar en “los estrenos de los buenos tiempos, como en la época de Stravinsky”.
El Premio Nacional de Música en 2003 no ha escatimado innovación ni riesgo en este trabajo, que está inspirado en Las virtudes del pájaro solitario, de Juan Goytisolo. Por ello asegura: “Sólo los que vienen con los oídos abiertos y sin prejuicios pueden realmente viajar y meterse en la música”. De hecho, la ópera presenta varias lecturas. En ella, además del texto de Goytisolo, aparecen referencias a textos de San Juan de la Cruz, de la poesía sufí, del Cantar de los cantares o de Leonardo da Vinci; creando un argumento cargado de interpretaciones.
“El día del estreno salió una señora diciendo: Maestro, no he entendido nada, pero estoy maravillada”, relata el compositor de Algeciras. “Cada persona puede quedarse a un nivel diferente de lectura”, sintetiza. Sánchez-Verdú reconoce las críticas, pero no le dan miedo. “Hay quien se sintió ofendido. Todo ese público que odia lo que no conoce o aquello que le hace pensar”. Él, por su parte, se queda con “la energía y la tensión en escena”, que tuvo su reflejo en “un silencio absoluto entre el público y una atención total”. Por todo ello, el autor de óperas como Gramma o Silence se muestra especialmente satisfecho del resultado. “Estoy muy orgulloso de ir rompiendo barreras. Alguien lo tenía que hacer”, asegura Sánchez-Verdú, que recuerda que hacía siete años que no se programaba en el Teatro Real una ópera de un compositor vivo. Eso sí, el trabajo ha sido agotador.
El proyecto de El viaje a Simorgh surgió hace cinco años, cuando Jesús López Cobos, director del Teatro Real, le hizo un encargo. Desde entonces ha estado dándole vueltas a este trabajo, creando melodías imposibles, sonidos nunca escuchados, escenas eróticas, místicas, y articulando una historia a partir de textos muy alejados en el tiempo. La recompensa fue el primer ensayo. “Es muy emocionante llegar y ver a todos los personajes imaginados en carne y hueso”, recuerda. Eso sí, a partir de ese momento, el trabajo se volvió aún más intenso para no olvidar ningún detalle en la puesta a punto. “Nunca he llegado a casa tan destrozado después de doce horas controlando, cambiando tantas cosas: orquesta, electrónica, uniones de escenas, cantantes...”, narra el compositor.
Entre sorbo y sorbo del descafeinado, Sánchez-Verdú va desgranando nuevos aspectos sobre la gestación y parto de esta obra de hora y tres cuartos de duración. “Todo el mundo pensaba que debía estar nervioso el día del estreno”, afirma con extrañeza. “Sin embargo, estaba tranquilo. Cuando el trabajo es serio y el equipo es bueno, no hay por qué tener nervios”, asegura. “Los compositores vivos existen”, enfatiza. Es su particular canto a la apertura de ideas y la aceptación de la música contemporánea. Afincado en Alemania desde 2001, reconoce que allí la situación es totalmente diferente y el estreno de obras contemporáneas no es una excepción. “El problema es que el público de ópera es el más conservador. En España, no se ha visto casi nada de ópera de los últimos sesenta años y muchas óperas del siglo XX siguen siendo rechazadas”. Afirma que la tradición está para reinterpretarla y ésa es su propuesta en esta partitura.
El viaje a Simorgh se representará los días 9, 10, 12, 13, 15 y 17 de mayo. Además, el 15 será retransmitida por Radio Nacional de España. Eso sí, advierte, “no es música para grandes masas, ni para vender discos”. “No está hecha para entender, sino para sentir”.
Diario de Sevilla: Carmen Álvarez